¿Somos libres?
Pensaba Viktor Frankl, prestigioso psiquiatra austriaco de los años 30, que el ser humano es libre por naturaleza. Frankl sobrevivió al campo de concentración nazi de Austwitch y escribió un libro. Su obra, El Hombre en busca de sentido, ofrece una valiosa reflexión: cuando le habían quitado todas sus pertenencias, le habían separado de sus seres queridos y estaba encerrado en una habitación sin luz ni posibilidad de comunicarse ni de moverse esperando a la muerte, Frankl se sintió libre. Tan libre que incluso podía ser feliz.
Las personas son libres en sus pensamientos y, por lo tanto, en su lenguaje. Mentimos porque no hay nada ni nadie que nos obligue a decir la verdad. Somos libres para mentir. Sin embargo la psicología tiene herramientas para saber si lo estamos haciendo y se apoya precisamente en que en realidad no somos totalmente libres. Podemos decir lo que queramos aunque esté muy lejos de la realidad, pero nuestro cuerpo -la comunicación no verbal- es incapaz de esconder las mentiras. Hay reacciones corporales que no somos capaces de controlar y que reflejan claramente si estamos diciendo la verdad.
Cuando no nos fiamos de alguien o no nos creemos lo que nos dicen es porque nuestra mente está preparada para detectar las mentiras. Sin embargo hoy en día se sabe que es muy fácil engañarnos a no ser que estemos alerta y sepamos reconocer cuándo nos están mintiendo. ¿Pero cómo hacerlo? He aquí la respuesta:
- El mentiroso cambia constantemente la posición de su cabeza durante la conversación y es incapaz de mantenerla recta durante muchos segundos.
- El mentiroso evitará en todo momento el contacto visual e incluso mirará hacia abajo o a los lados.
- El mentiroso mueve los ojos hacia arriba y a su derecha cuando está inventando una historia o una afirmación que realmente nunca ha ocurrido.
- El mentiroso tampoco puede evitar ponerse nervioso, lo que provoca que su ritmo respiratorio se acelere o se frene.
- El mentiroso tienen a hinchar sus fosas nasales y a apretar o morderse los labios cuando está mintiendo.
- El mentiroso se protege instintivamente de la inseguridad que genera su propia mentira. Por eso tiende a cruzar los brazos, cubrirse la boca, esconder las manos o adoptar posiciones defensivas.
- El mentiroso tampoco puede estarse quieto. Desde temblar a mover ligeramente los pies. Cualquier signo de intranquilidad revelará la mentira. Por el contrario hay mentirosos que se mantienen totalmente inmóviles, adoptando posiciones forzadas y poco naturales.
Estas premisas se cumplen tarde o temprano en los mentirosos, pero quien quiere detectar el engaño debe estar atento a una cosa por encima de todas: los cambios bruscos de actitud. En otras palabras: las reacciones corporales anteriormente descritas no solo ocurren cuando una persona miente, sino que pueden darse en otras situaciones de nerviosismo, tensión o simplemente cansancio. Si queremos detectar la mentira primero debemos comprobar cómo se comporta la otra persona diciendo la verdad. Un truco es hacerle preguntas complicadas en las que sepamos que va a decir la verdad y luego comprobar si sus gestos y sus reacciones son las mismas en el resto de la conversación.